Si la poesía se concibe como un acto de revelación, esta antología personal es una muestra latente de ello. No se precisan demasiadas invenciones para percibir que los poemas de Nelson Simón exploran y experimentan una pulsión agónica y constante en La sucesión de los días. Su voz poética evidencia las contradicciones que lo laceran adoptando una visión desdoblada entre la belleza de la juventud y la decadencia de la adultez bajo el aspecto de la muerte juvenil. Recurre a la memoria vital en un presente de sensaciones determinadas por el engaño de los otros y por el autoengaño en «un juego de apariencias». El cuerpo alberga al poema en este libro y es su alma de saberes «como quien carga una pesada cruz» pero que se reconstruye «intentando otra vida cuando ha consumido la suya» y, lo eleva, para «empezar a ser otro».
Liyanis González
La poesía es ese relámpago que se produce en medio de la cotidianidad, cuando todo está en un continuo proceso rutinario y entonces aparece, entre las cosas, como si fuera una especie de destello, entre las piedras, el milagro del poema. El momento estelar en el que surgirá la escena, el argumento, la voz poética, el designio de una suerte de profeta, el lenguaje limpio y el sujeto de la experiencia y la honestidad de los días. El momento fortuito de la ilusión de encontrarse con un poema en el día y en las horas más inesperadas.
Así parece decirnos la voz portentosa de Nelson Simón, con estos versos elásticos que dicen y dicen, como las cascadas, encima de la naturaleza muda. Poesía de los sitios y de las cosas. Un poeta de la intuición.